MAQUIAVELO




Tal vez (o mejor, SIN tal vez) una de las figuras más vilipendiadas en la historia del pensamiento ético y político de la historia de la humanidad. Pero en verdad, ¿tanta desconsideración se justifica? No debemos quedarnos únicamente con la obra más conocida, "El Príncipe" para entenderlo, "La República" nos muestra al patriota, al hombre que aconseja la "virtud" pero la relaciona con la "virtú": la necesidad de actuar según las pautas de la realidad las inclinaciones de la fortuna. Espero que disfruten de este autor, tanto en la oposición como aquello que les genere adhesión.
A continuación uno de los análisis más lúcidos que -en mi modesta e insignificante opinión- se han publicado. Este es un extracto. Al final, el link al capítulo completo de la autora del libro.
Luego, algunas frases tomadas de "El Príncipe".
Saludos desde el camino.
Roberto.



Nicolás MAQUIAVELO

1) la república y la "virtù"


República, virtud y virtù

Como lo han señalado numerosos intérpretes de Maquiavelo y, entre ellos recientemente y de manera disímil, Leo Strauss (1958), Quentin Skinner (1981) y Claude Lefort y J. G. A. Pocock, Maquiavelo establece un punto de ruptura central con las tesis clásicas del humanismo cívico a través de la introducción de una noción de virtù desligada de las connotaciones morales de la virtud clásica. Como advierte Lefort, el elogio que Maquiavelo hace de la república romana y de la lectura que de ella hace Tito Livio no debe llamarnos a engaño: la grandeza de Roma, la salud de la República no puede entenderse simplemente según la interpretación que de ella dan los propios romanos, y entre ellos Tito Livio -muy por el contrario, es preciso desentrañar, en esa lectura, la verdad efectiva de los acontecimientos.

La grandeza de Roma no puede entenderse en los términos en que la tradición pensó el Bien político, ni en los términos en que los propios romanos la comprendieron, ni tampoco, podemos decir, en los términos en que la tradición del humanismo cívico florentino la comprende. Ni la virtud moral de sus personajes eminentes, ni la virtud cívica que identifica al hombre bueno con el buen ciudadano pueden en sí mismas dar cuenta del esplendor de Roma. Si queremos comprender la clave del éxito político, si pretendemos entender las razones de la grandeza de una ciudad, sostiene Maquiavelo, debemos detenernos en su virtud propiamente política -en su virtù-, en la capacidad que ella muestra de hacer frente a la fortuna.

¿Por qué puede una ciudad ser más apta para florecer y mantenerse? Tomando como punto de partida los diez primeros libros de la Historia de Tito Livio, Maquiavelo se propone reexaminar la historia de Roma a fin de descubrir en ellos la clave de su grandeza; su objetivo es el de desentrañar a través de la lectura de la historia la gramática profunda de los asuntos humanos, los resortes efectivos de la libertad y la obediencia, las condiciones materiales ideales de la estabilidad de un régimen político.

Podemos acordar con Pocock (1975: p. 157 y 183-185) que para Maquiavelo, republicano convencido, la República es el régimen virtuoso en el sentido clásico del humanismo cívico. Es decir, la República es el régimen que permite la realización del vivere civile -de una forma de vida dedicada al interés cívico y al ejercicio de la actividad política del ciudadano-, y es en esta vida dedicada a la acción, posibilitada por la República, que el hombre puede aspirar a alcanzar los más altos valores a los que puede pretender. Es decir, la República es el régimen virtuoso -una estructura de virtud, en términos de Pocock- en tanto es aquel que brinda el marco para el ejercicio del vivere civile, de la virtud cívica, que es a la vez expresión suprema de la virtud y condición de las virtudes particulares.

Pero si sólo en la República hay virtud, el problema de la virtud deviene inmediatamente en el problema de la estabilidad política de la república, de su capacidad de hacer frente a los golpes de la Fortuna: para que la virtud pueda desplegarse es preciso que la República perdure. Partiendo de la doble premisa de que toda forma terrenal está sometida a la corrupción del tiempo, y de que la República debe hacer frente en sus relaciones territoriales a otras unidades políticas con quienes no comparte el vivere civile, Maquiavelo explorará en El Príncipe y en los Discorsi las condiciones de estabilidad de los regímenes políticos: allí, la capacidad de un régimen -sea Príncipe o República- por hacer frente a los golpes de la Fortuna, tomará el nombre de virtù. Como señala nuevamente Pocock, Maquiavelo pone en evidencia que toda estructura de virtud habita un mundo de fortuna; en consecuencia, ninguna estructura de virtud puede prescindir de su componente de virtù.

A partir de este punto, quisiera argumentar que para Maquiavelo la República no sólo es la ciudad virtuosa en el sentido en que lo entiende el humanismo cívico, sino que es también la forma política más propicia para hacer frente a los golpes de la Fortuna, más apta para hacer gala de virtù. Es decir, la República sería, según las enseñanzas de Maquiavelo, no sólo la ciudad más adecuada a la naturaleza moral del hombre, sino también idealmente la más conforme a la naturaleza de la cosa política.

Carlos Eduardo Pérez CrespoEgresado de Ciencia Política por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Estudiante de Filosofía en la UARM, miembro de Arte & Práctica y analista colaborador de Equilibri.net y El Estándar Social. Versión Completa: http://www.insumisos.com/lecturasinsumisas/Republica%20y%20Virtu%20en%20Maquiavelo.pdf



Versión completa (recomendada a l@s colegas) en:
http://www.insumisos.com/lecturasinsumisas/Republica%20y%20Virtu%20en%20Maquiavelo.pdf

2) FRASES DE "EL PRÍNCIPE"
  • Resistencia a los cambios
    Los hombres viven tranquilos si se les mantiene en las viejas formas de vida. La incredulidad de los hombres, hace que nunca crean en lo nuevo hasta que adquieren una firme experiencia de ello. La naturaleza de los pueblos es muy poco constante: resulta fácil convencerles de una cosa, pero es difícil mantenerlos convencidos.
  • La venganza
    A los hombres se les ha de mimar o aplastar, pues se vengan de las ofensas ligeras ya que de las graves no pueden: la afrenta que se hace a un hombre debe ser, por tanto, tal que no haya ocasión de temer su venganza.
  • Cuándo iniciar el combate
    No se debe jamás permitir que se continúe con problemas para evitar una guerra porque no se la evita, sino que se la retrasa con desventaja tuya.
  • Imitar a los grandes hombres
    Un hombre prudente debe discurrir siempre por las vías trazadas por los grandes hombres e imitar a aquellos que han sobresalido extraordinariamente por encima de los demás, con el fin de que, aunque no se alcance su virtud algo nos quede sin embargo de su aroma.
  • Las recompensas
    Quien cree que nuevas recompensas hacen olvidar a los grandes hombres las viejas injusticias de que han sido víctimas, se engaña.
  • La crueldad
    Se puede hacer un buen o mal uso de la crueldad. Bien usadas se pueden llamar aquellas crueldades (si del mal es lícito decir bien) que se hacen de una sola vez y de golpe, por la necesidad de asegurarse, y luego ya no se insiste más en ellas, sino que se convierten en lo más útiles posible para los súbditos. Mal usadas son aquellas que, pocas en principio, van aumentando sin embargo con el curso del tiempo en lugar de disminuir.
  • Las injusticias y los favores
    Las injusticias se deben hacer todas a la vez a fin de que, por probarlas menos, hagan menos daño, mientras que los favores se deben hacer poco a poco con el objetivo de que se aprecien mejor. Los hombres, cuando reciben el bien de quien esperaban iba a causarles mal, se sienten más obligados con quien ha resultado ser su benefactor, el pueblo le cobra así un afecto mayor que si hubiera sido conducido al Principado con su apoyo.
  • Prudencia
    El que no detecta los males cuando nacen, no es verdaderamente prudente.
  • El arte de la guerra
    Un príncipe que no se preocupe del arte de la guerra, aparte de las calamidades que le pueden acaecer, jamás podrá ser apreciado por sus soldados ni tampoco fiarse de ellos.
  • Lo que se debe hacer
    Quien deja a un lado lo que se hace por lo que se debería hacer, aprende antes su ruina que su preservación.
  • Generosidad
    Hay que ser liberal con todos aquellos a quienes no quita nada - que son muchísimos - y tacaño con todos aquellos a quienes no da, que son pocos.
    Con aquello que no es tuyo ni de tus súbditos se puede ser considerablemente más generoso. El gastar lo de los otros no te quita consideración, antes que la aumenta.
  • Castigos
    Con poquísimos castigos ejemplares será más clemente que aquellos otros que, por excesiva clemencia, permiten que los desórdenes continúen, de lo cual surgen siempre asesinatos y rapiñas.
  • Naturaleza humana
    Se puede decir de los hombres lo siguiente: son ingratos, volubles, simulan lo que no son y disimulan lo que son, huyen del peligro, están ávidos de ganancia; y mientras les haces favores son todos tuyos, te ofrecen la sangre, los bienes, la vida y los hijos cuando la necesidad está lejos; pero cuando ésta se te viene encima vuelven la cara. Los hombres olvidan con mayor rapidez la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio.
    La naturaleza de los hombres es contraer obligaciones entre sí tanto por los favores que se hacen como por los que se reciben.
  • Evitar el odio del pueblo
    El príncipe debe hacerse temer de manera que si le es imposible ganarse el amor del pueblo consiga evitar el odio, porque puede combinarse perfectamente el ser temido y el no ser odiado. El príncipe debe evitar todo aquello que lo pueda hacer odioso o despreciado.
  • Fidelidad a la palabra dada
    No puede un señor prudente - ni debe- guardar fidelidad a su palabra cuando tal fidelidad se vuelve en contra suya y han desaparecido los motivos que determinaron su promesa. Si los hombres fueran todos buenos, este precepto no sería correcto, pero- puesto que son malos y no te guardarían a ti su palabra- tú tampoco tienes por que guardarles la tuya.
  • Delegar las medidas impopulares
    Los príncipes deben ejecutar a través de otros las medidas que puedan acarrearle odio y ejecutar por sí mismo aquellas que le reportan el favor de los súbditos. Debe estimar a los nobles, pero no hacerse odiar del pueblo.
  • Entretener al pueblo
    Se debe entretener al pueblo en las épocas convenientes del año con fiestas y espectáculos.
  • Alianzas
    Hay que guardarse de entablar una alianza con alguien más poderoso que tú para atacar a otros, a no ser que te veas forzado a ello. La razón es que en caso de victoria te haces su prisionero y los príncipes deben evitar en la medida de lo posible el estar a discreción de los demás. También se adquiere prestigio cuando se es un verdadero amigo y un verdadero enemigo, es decir, cuando se pone resueltamente en favor de alguien contra algún otro. Esta forma de actuar es siempre más útil que permanecer neutral, porque cuando dos estados vecinos entran en guerra, como son de tales características que si vence uno de ellos haya de temer al vencedor. El vencedor no quiere amigos dudosos que no lo defiendan en la adversidad; el derrotado no te concede refugio por no haber querido compartir su suerte con las armas en la mano.
  • Prestigio
    Ayuda también bastante dar ejemplos sorprendentes en su administración de los asuntos interiores, de forma que cuando algún subordinado lleve a cabo alguna acción extraordinaria (buena o mala), se adopte un premio o un castigo que de suficiente motivo para que se hable de él. Hay que ingeniárselas, por encima de todo, para que cada una de nuestras acciones nos proporcionen fama de hombres grandes y de ingenio excelente. Hay muchas gentes que estiman que un príncipe sabio debe, cuando tenga la oportunidad, fomentarse con astucia alguna oposición a fin de que una vez vencida brille a mayor altura su grandeza.
  • Elección y manejo de consejeros
    No hay otro medio de defenderse de las adulaciones que hacer comprender a los hombres que no te ofenden si te dicen la verdad; pero cuando todo el mundo puede decírtela te falta el respeto. Un príncipe prudente se procura un tercer procedimiento: elige hombres sensatos y otorga solamente a ellos la libertad de decirle la verdad, y únicamente en aquellas cosas de las que les pregunta y no de ninguna otra.
  • Simular y disimular
    Es necesario ser un gran simulador y disimulador: y los hombres son tan simples y se someten hasta tal punto a las necesidades presentes que el que engaña encontrará siempre quien se deje engañar. Cada uno ve lo que pareces, pero pocos palpan lo que eres. La poca prudencia de los hombres impulsa a comenzar una cosa y, por las ventajas inmediatas que ella procura, no se percata del veneno que por debajo está escondido.
  • Cualidades del Príncipe De ciertas cualidades que el príncipe pudiera tener, incluso me atreveré a decir que si se las tiene y se las observa siempre son perjudiciales, pero si aparenta tenerlas son útiles; por ejemplo: parecer clemente, leal, humano, íntegro, devoto, y serlo, pero tener el ánimo predispuesto de tal manera que si es necesario no serlo, pueda y sepa adoptar la cualidad contraria.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pa profe. Re bueno el material de maquiavelo. Lo lei varias veces porque no entendía mucho, pero yo creo que fue un gran patriota como usted dijo en clase y sobre moral YO ESTOY DE ACUERDO: todos somos malos. Fabiana Mello

Comunicaciones ETRS dijo...
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